I
La flor está jugando
crece hasta donde sus pétalos
rozan la eternidad.
Le gusta voltear al viento
sentirse despeinada
por lo invisible.
Alguna ráfaga de santana
le quema las hojas que cubren su tallo.
Se resiste a caer,
no se quemará si no quiere.
Es ahí cuando una burbuja de luz cegadora
la envuelve en un murmullo
se abriga entre las palabras viejas,
es ahí cuando baila.
Se coloca en el centro
flotando entre su electricidad
centelleando cada color
lanzando esporas con su aliento
contoneando la sensualidad de su pistilo.
Todo retorna a ser un juego,
no hay llamas,
alrededor se incinera todo,
se reduce a cenizas que la alimentarán
y la pintarán un poco de tizne.
Pero al sentirse sola voltea...
un lado lleno de oscuridad humeante
y el otro siguen siendo llamas rojas, naranjas y azules.
Desaparecen las bellezas vecinas.
Asienta con sus pétalos
y aquél espacio comienza a ceder
aprovechando una ligera flama cercana.
Acerca una hoja, la otra, un pétalo...
de haber sabido, podría ahorrarse el minuto de solitud amarga.
Aparecen nuevamente las bellezas vecinas
y todo tiene un nuevo color.
II
Al principio todo cuesta verlo claro,
pareciera que unas lágrimas entorpecieran el resplandor
pero regresa el vaivén,
no parece haber pasado algo,
al principio se conoce de la nada
y vuelve a existir.
Se lanzan las esporas con la intención de alcanzar
ahora no se atrapan en burbujas,
ahora quedan entre ellas todas.
La flor sonríe al astro que las hace girar...
sabe
que de repente comprendió.
1 comentario:
Publicar un comentario