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miércoles, 3 de septiembre de 2008
martes, 2 de septiembre de 2008
LA FLOR
I
La flor está jugando
crece hasta donde sus pétalos
rozan la eternidad.
Le gusta voltear al viento
sentirse despeinada
por lo invisible.
Alguna ráfaga de santana
le quema las hojas que cubren su tallo.
Se resiste a caer,
no se quemará si no quiere.
Es ahí cuando una burbuja de luz cegadora
la envuelve en un murmullo
se abriga entre las palabras viejas,
es ahí cuando baila.
Se coloca en el centro
flotando entre su electricidad
centelleando cada color
lanzando esporas con su aliento
contoneando la sensualidad de su pistilo.
Todo retorna a ser un juego,
no hay llamas,
alrededor se incinera todo,
se reduce a cenizas que la alimentarán
y la pintarán un poco de tizne.
Pero al sentirse sola voltea...
un lado lleno de oscuridad humeante
y el otro siguen siendo llamas rojas, naranjas y azules.
Desaparecen las bellezas vecinas.
Asienta con sus pétalos
y aquél espacio comienza a ceder
aprovechando una ligera flama cercana.
Acerca una hoja, la otra, un pétalo...
de haber sabido, podría ahorrarse el minuto de solitud amarga.
Aparecen nuevamente las bellezas vecinas
y todo tiene un nuevo color.
II
Al principio todo cuesta verlo claro,
pareciera que unas lágrimas entorpecieran el resplandor
pero regresa el vaivén,
no parece haber pasado algo,
al principio se conoce de la nada
y vuelve a existir.
Se lanzan las esporas con la intención de alcanzar
ahora no se atrapan en burbujas,
ahora quedan entre ellas todas.
La flor sonríe al astro que las hace girar...
sabe
que de repente comprendió.
APOLOGÍA
Amigos míos, sepan disculpar
que este ser aún esté aprendiendo a volar.
Soy una consecuencia de colores,
de líneas de estadio.
Las esferas también pueden mentir y
confiar en los pasos ligeros.
Correr y correr no ha sido la mejor medida,
ahora que me detengo un poco
es de lo primero que me doy cuenta.
No hay manera de justificarme
aunque sí muchas formas de criticarme,
cuesta trabajo mantener la frente alta
y es sumamente fácil tirarse al suelo.
Os agradezco vuestras manos tendidas,
como reflejando la luz solar,
agradezco enormemente vuestros brazos a mi alrededor.
LA NIÑEZ DE LA MONTAÑA
I
Incubándose la montaña está
En los siempre libres campos
De las viejas llanuras,
Aquellas que hacen resonar su cuerpo
Como si fueran los estallidos incontrolables del alba.
La montaña crecerá hasta no ver fin
O quizá hasta ver nuestro propio fin
Cuando nuestros tiempos terminen
Por el paso escalonado
-oculta naturaleza-
de un ciclo acelerado.
Roca a roca se dibuja
Grano de arena que fecundó la lluvia
Ha crecido bajo la lupa estelar,
Se ha alimentado de las cenizas de nuestros ancestros.
II
Sin pensar en su milenaria niñez
Y de la vieja mirada de sus cuidadores fugaces
Va con la mirada fija a su alrededor,
como descubriendo al cielo
Con la intencion de doblar los colores hacia el rojo del atardecer.
Juega todos los dias
A ser la aparente inmóvil,
A cabalgar sobre horizontes
Y a regalarnos un poco del agua que corre por sus venas.
III
Aprendió a cantar la montaña
En el idioma del viento
Para que su canto se disipe por todos lados.
Cada brisa que llena los pulmones
Y en todo ventarrón que mueve los cabellos
Va una letra que se encadena a la siguiente.
Las frases de cada siglo
Serán responsoriales
Con la ayuda de todas sus hermanas.
Las nubes aplauden con lluvia,
a cada tanto se disuelven
Dejando un poco de espacio a su intimidad,
Pero nunca cierran sus oídos,
Por el contrario, se afinan para escuchar cada resoplido.
La montaña canta
Y nadie sabe qué hacer con su emoción.
Incubándose la montaña está
En los siempre libres campos
De las viejas llanuras,
Aquellas que hacen resonar su cuerpo
Como si fueran los estallidos incontrolables del alba.
La montaña crecerá hasta no ver fin
O quizá hasta ver nuestro propio fin
Cuando nuestros tiempos terminen
Por el paso escalonado
-oculta naturaleza-
de un ciclo acelerado.
Roca a roca se dibuja
Grano de arena que fecundó la lluvia
Ha crecido bajo la lupa estelar,
Se ha alimentado de las cenizas de nuestros ancestros.
II
Sin pensar en su milenaria niñez
Y de la vieja mirada de sus cuidadores fugaces
Va con la mirada fija a su alrededor,
como descubriendo al cielo
Con la intencion de doblar los colores hacia el rojo del atardecer.
Juega todos los dias
A ser la aparente inmóvil,
A cabalgar sobre horizontes
Y a regalarnos un poco del agua que corre por sus venas.
III
Aprendió a cantar la montaña
En el idioma del viento
Para que su canto se disipe por todos lados.
Cada brisa que llena los pulmones
Y en todo ventarrón que mueve los cabellos
Va una letra que se encadena a la siguiente.
Las frases de cada siglo
Serán responsoriales
Con la ayuda de todas sus hermanas.
Las nubes aplauden con lluvia,
a cada tanto se disuelven
Dejando un poco de espacio a su intimidad,
Pero nunca cierran sus oídos,
Por el contrario, se afinan para escuchar cada resoplido.
La montaña canta
Y nadie sabe qué hacer con su emoción.
EL HUMO AQUEL
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El humo aquél
De un cigarro encendido
Gira y se tuerce entre corrientes de aire,
Parece vencerse y levantarse,
Juega con su forma –aunque no la tenga-.
Entre un par de dedos
Se sostiene ese cigarrillo,
Como esperando ser consumido.
Observa su destino sin negarlo,
Resignado a quemarse por capricho.
La mirada perdida,
La respiración que no se detiene
Pero pareciera ausente.
La única movilidad
La mantiene aquél humo,
Para aclarar que sigue vivo
sus canas le regalan un color claro
iluminando su piel oscura
una piel tierra cuando se moja
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